miércoles, 25 de julio de 2007

SEGUIMIENTO DE JESUS




DIVERSOS ASPECTOS DEL SEGUIMIENTO DE JESÚS

1.‑ Para la mayoría de los autores seguir a Jesús y ser su discípulo es lo mismo que seguir sus huellas y marchar en pos de él.
Jesús es el Dios único y verdadero, el Hijo de Dios, el enviado del Padre. Jesús no llama para crear un partido político, ni para formar un escuela al estilo de los rabinos. Seguir a Jesús es oír su palabra y el mensaje del reino. Entrar en el reino es servir y ser servidores (Mc. 10, 45; Lc. 22, 27; Jo. 13, 4 ss).

2.‑La iniciativa en la mayoría de los casos es de Jesús, que nos llama a cada uno por nuestro nombre..

Se pueden ver varios textos al respecto: Lc. 9, 59‑60; Mt. 8, 20; Lc. 14., 25; Mt. 10, 37; Mc.6, 31; Jo. 6, 14.

3.‑El seguimiento trae consigo la adhesión a Jesús y a su mensaje, basado en la proximidad del reino.

Jesús reclama la adhesión del hombre entero y total, sin reservas, dispuesto a dar la vida y cargar con las cruces que encuentre en su camino (Mt. 8, 38).

A este propósito dice Rudolf Hofman: En la acogida en la fe de la palabra y de la obra del Señor, que sucede con motivo de la llamada de Jesús y de la guía interior de Dios, en la plena y gozosa donación, que pone a disposición toda la vida, consiste el seguimiento que Cristo ha pedido a los suyos.

Para formar una comunidad de vida y de destino con Jesús.

4.‑Jesús no intenta formar unos eruditos, ni tiene aulas, donde enseñar. Recorre los caminos de Galilea con sus discípulos, hablando al pueblo inculto, sin formar con ellos un círculo o grupo cerrado.

5.‑Jesús plantea unas exigencias muy fuertes:

Abandonar la familia, las posesiones, dejar que los muertos entierren a su muertos ( Lc. 9, 59), venderlo todo( Mc. 10, 21).
Estar dispuestos a las privaciones y a la cruz (Mt. 10, 38).
Compartir la vida sin techo y llena de penalidades (Lc.9, 58; Mt.8, 20).

Jesús habla del celibato por amor del reino de Dios (Mt. 19, 12).


A partir de estas exigencias la iglesia plantea los consejos evangélicos: La pobreza (Mc. 10, 17‑21), la obediencia (Mc. 10, 43) y la castidad (Mt. 19, 12).


6.‑Orientación totalmente nueva de la vida en orden a la misión: Os haré pescadores de hombres (Mc. 1, 17).

Los discípulos se incorporan a la obra de Jesús para ser enviados a los demás (Mt. 9, 37). El envío forma parte del seguimiento.


7.‑Aunque Jesús llama a un grupo de escogidos de una manera especial, su llamamiento a la santidad es universal.

Analicemos con detención alguno de estos llamamientos.


A.‑LA VOCACIÓN DE LOS CUATRO PRIMEROS DISCÍPULOS.

El eje central del evangelio de Marcos viene enunciado en 1 ,1: Comienzo del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.

La personalidad divina de Jesús es reconocida en el cap. 8, 29: El, entonces, les preguntó: ¿Y vosotros quien decís que soy yo? Pedro le contestó: Tú eres el Cristo.

Esta misma afirmación de su divinidad la hace el centurión cuando ve expirar a Jesús: Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios.

Marcos comienza su evangelio con el relato del seguimiento de cuatro discípulos (Mc. 1, 16‑20).
Comienza Jesús su misión en Galilea, proclamando la buena noticia: El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la buena nueva.
Las características de esta llamada de Jesús, se reducen a estos aspectos:

1. La iniciativa parte de Jesús.

Los cuatro estaban totalmente ajenos a esta llamada, ocupados en las faenas propias de la pesca.
Jesús llama a Simón y Andrés de una manera incondicionada: Seguidme y os haré pescadores de hombres.
A Santiago y Juan los llamó de una manera absoluta, sin explicaciones.


2.‑La respuesta de los cuatro es inmediata.

La obediencia es pronta, sin condiciones.
Los cuatro dejan inmediatamente las redes y al padre. Dejan todo lo que tienen en el plano material y el plano afectivo. Rompen con su existencia precedente para empezar una aventura nueva.
Lo dejan porque presienten que Jesús les va a introducir en un mundo nuevo.
Nace la comunidad de los discípulos.

3.‑¿En qué consiste el ser discípulos de Cristo?

Para comprenderlo conozcamos lo que históricamente se quiere decir con esta palabra.
En el mundo judío había dos escuelas:
El modelo qunránico, cuya estrategia era la evasión al desierto. Sus miembros, separados, se dedicaban a la oración, al estudio de los libros sagrados, poseían en común los bienes y tenían una disciplina férrea.

Jesús no elige este modelo: Va de ciudad en ciudad, predica a todos, está cerca de los enfermos, de los que sufren. En una palabra, Jesús está instalado en la historia y en el tiempo de su época.

El modelo celota tiene como finalidad luchar contra el poder romano con la violencia. Es agresivo.
Jesús rechaza la violencia.
Jesús es el hombre de la oración (Mc.1, 35‑38).
Todos admiran su poder basado (Mc. 2, 1 ss.), en la fuerza de su palabra y en sus obras.
Los discípulos acompañan a Jesús, oyen sus palabras, perciben sus gestos, duermen con Él al borde del camino, se admiran de los milagros y curaciones....Poco a poco van adentrándose en lo que es Jesús y se sienten a gusto en esta nueva aventura.

El discipulado va creciendo.
El camino de Jesús no es un espiritualismo desencarnado, ni una lucha contra los invasores romanos.

B.‑ LA MADURACIÓN DE LA CONCIENCIA Y DE LA FE
DEL DISCÍPULO EN EL SEGUIMIENTO COMO DECISIÓN FUNDAMENTAL

Bartimeo: El ciego de Jericó (Mc. 10, 46‑52).

En este texto Marcos indica la exigencia de tomar conciencia y acoger el don del seguimiento, por medio de una fe muy profunda.
La fe lleva a la maduración de la persona, siendo ésta plenamente responsable de su actuación: Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a si mismo, tome su cruz y me siga (Mc. 8, 38).

Negarse a si mismo es centrar la vida en JESÚS,
y empezar un nuevo y decisivo éxodo, como si fuéramos extranjeros en esta tierra.

El elemento determinante para la curación y el seguimiento de Bartimeo es la fe.

1.‑El evangelista nos presenta esta secuencia:

Bartimeo ciego....... ve.
Está sentado y estático, después lo seguía.
Junto al camino, fuera del camino.

2.‑Qué se ha producido en este cambio?.

Su fe: Hijo de David ten compasión de mi.
Su petición: Que vea. Hijo de David. Maestro.
Movimiento: Arrojando su manto, dio un brinco, y vino adonde Jesús.

3.‑Su encuentro con Jesús.

Véte, tu fe te ha salvado, y, al instante, recobró la vista y lo siguió por el camino.

La fe produce el milagro.

4.‑Libertad y autonomía. Lo siguió.


martes, 24 de julio de 2007

TEOLOGÍA DE LA CRUZ

La teología medieval trasformó la cruz en signo ornamental. La cruz, sin Cristo, era un aditamento de gloria y de triunfo, la llevaban los cruzados en su lucha, las damas en sus pechos. La cruz coronaba las torres de nuestras catedrales.

A finales del siglo catorce comienza a aparecer la representación de la pasión del Señor en el teatro religioso.
Nace una devoción a la cruz y un amor a la pasión de Jesús. Surge el fenómeno­ de las cofradías de fragelantes, que aún perduran en muchos pueblos, especialmente en Italia.
En el museo de Amberes se conserva el Calvario del maestro Hendrik van Rijn, (1363)) en el que aparece un maravilloso Cristo crucificado, acompañado por su madre y San Juan y de rodillas un persona suplicante, que tal vez fuera el mismo pintor. (Fliche, Hª de la Iglesia, XVI, p. 176).

El arte, dice un historiador, va a satisfacer esta devoción a la pasión de Cristo: Una producción a buen precio va a multiplicar los crucifi­jos de todas clases: pequeños retablos portátiles, cuadros de cabecera, y cruces talladas por los imagineros de toda Europa.

Este amor a la pasión del Señor en esta época hace resurgir la devoción por los viacrucis propuesta por la devotio moderna. Un historiador explica este cambio de esta forma: La religión del final de la edad media apela al cuerpo como a un medio natural de expresión; el cristiano no puede solamente imitar la pasión de Cristo, sino reproducirla; de la misma manera que los flagelantes reproducían la fragelación del Señor, los fieles pretenden caminar como él caminó, caer como él cayó- de hecho la costumbre consistía en dejarse caer por tierra a lo largo del viacrucis para conmemorar cada caída de Cristo.

Desde hacía tiempo los franciscanos de Jerusalem habían adquirido la costumbre de hacer seguir a los peregrinos el camino que Cristo hizo el día de viernes santo; el camino estaba jalonado de estaciones, en las que se paraba para meditar éste o aquel episodio del día con toda naturalidad, los peregrinos dieron a conocer estas prácticas a su vuelta de tierra santa. Se organizan, por fragmentos, devociones sobre estos modelos: devoción a las siete caídas, devoción a las llagas, meditación de las palabras de Cristo.

En esta concepción medieval, se produce un cambio de perspectiva, que es explicado por un teólogo de esta forma:
"Los orígenes históricos de esta sistematización teológica son bien conocidos: se trata de una cristología sistematizada a comienzos del segundo milenio por San Anselmo de Canterbury, que llegó a ser preponderante en gran parte del medioevo. Es una cristología centrada en la teoría de la satisfacción: la encarna­ción significa el aniquilamiento de la divinidad y es el presupues­to necesario para la pasión, que es la que expresa la significación y finalidad de la encarnación. La muerte de Jesús es la que nos salva, y en segundo plano queda su vida y su obra, que sólo tienen un interés secundario, comparados con la pasión y muerte. La obra por antonomasia de Jesús es la de su muerte y ésta es la que tiene un valor soteriológico. De ahí que se separe la soteriología de la vida pública.
[1]

La cruz pierde su sentido trágico y salvífico y se trasforma en signo de triunfo y gloria.
Cristo en la cruz es glorificado, sublimado. Se pierde el sentido originario de la cruz.
Será Francisco de Asís el que nos haga volver, en la simplicidad de sus Cristos, al Cristo sufriente y doloroso.

Para Francisco y sus frailes la cruz va a estar en el centro de su vida. La muerte de Cristo se abre a una nueva perspectiva. La muerte y resurrección empiezan a estar en el centro y culmen de la vida de Jesús. Nuestra muerte a la luz de Cristo deja de trasformarse en agonía y tiene resonancias de eternidad.

Para Francisco no hay cristianismo sin cruz, ni Cristo sin cruz. Cristo murió en la cruz, pero toda la vida de Cristo esta tejida de cruces: Es el Cristo pobre, siervo, escondido, humillado, abierto al dolor, abatido, servidor y compasivo ante la miseria humana. La cruz fue algo permanente en su vida. Siempre prefirió lo que era necio e ignominioso a los ojos del mundo.

Decía San Pablo: El mensaje de la cruz es necedad para los que están en vías de condenación; pero para los que están en vías de salvación es fuerza de Dios…Los judíos exigen signos, los griegos buscan la sabiduría; nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los griegos. pero para nosotros fuerza y sabiduría de Dios ( Cor. 1, 18)

Este es el camino que elige Francisco y lo que van a predicar por el mundo esa legión casi infinita de predicadores franciscanos.

El misterio de la cruz se sitúa en el acontecimiento más importante y fundamental de la vida de Jesús, ya que de la cruz hemos recibido la salvación. Los demás hechos de la vida de Jesús no tienen sentido sin la cruz. Su vida pública fue una preparación para el gólgota.

Por este motivo la cruz es centro y arranque de toda la teología y de toda la moral.

Los grandes valores cristianos no se entienden sin referencia a la cruz. Las grandes líneas de las bienaventuranzas: La misericordia, el dolor, el gemido de los pobres, las ansias de paz, la abnegación, la mansedumbre, la transparencia del corazón, y la fraternidad.. El esfuerzo humano, el trabajo, la acogida al solitario, el acercamiento al que sufre sólo se puede entender desde la cruz. La comodidad, el egoísmo, el silencio, el individualismo, el materialismo son los antagonismos de la cruz
En la actualidad la teología está intentando recobrar el sentido Franciscano de la cruz
Decía Duquoz en su célebre Cristología: Se pone como objetivo precisar el carácter histórico, totalmente singular de la muerte de Cristo, de poner en evidencia, su significado a diversos niveles de comprensión, de establecer un esquema de ligamen entre la muerte y resurrección para reasumir, por último de modo crítico y particular los datos precedentes, las nociones públicas, rituales y mortales utilizadas por la teología. Sólo dentro de este cuadro las realidades sacramentales y litúrgicas adquieren significado para el hombre de nuestros días: En particular el concepto y el término liberación que hoy se ha convertido en un slogán, es criticado a la luz de la estaurología.
[2]

Pablo VI afirmaba que una Iglesia que camina lejos de la cruz, y va en busca de la apoteosis y del triunfo, y olvida el silencio, el testimonio, la cercanía, el diálogo, ha perdido su camino.La Iglesia nació de la cruz. La cruz no se entiende sin Cristo.

Si la iglesia no es capaz de besar la cruz en su camino y colocarla en lo alto de sus campanarios, es que anda desorientada.

La muerte del cristiano recibe una nueva luz a través del misterio de la muerte de Cristo en la cruz.

La muerte en la antigüedad era lo cotidiano, ya que su guadaña estaba acechando al hombre en cualquier rincón de su existencia. Las miles de enfermedades segaban las vidas de los niños y los jóvenes. La supervivencia era mínima. No llegaba a los 40 años de media. Por esto la muerte era lo normal, lo cotidiano. El hombre medieval vivía permanentemente ante el espectro de la muerte.

Hoy la técnica ha luchado contra la muerte, y ha conseguido una victoria relativa. En esta sociedad del bienestar el hombre ama la vida y huye de la muerte como algo macabro.
Los escritores hablan del silencio de la muerte. Un velo cubre la muerte y al hombre moderno, le cuesta mirar a la muerte. Ahora la agonía sedada ya no es agonía. Se ha perdido la dignidad de morir.
La muerte se cuela de rondón y clandestinamente sin esperarla. Al moribundo se le oculta su muerte. Los vivos quieren olvidar pronto a sus seres queridos. Desaparecen los lutos, usados en nuestros pueblos hasta hace poco. Los cementerios llenos de cruces nos recordaban la muerte de nuestros seres queridos. Hoy las cremaciones han suprimido las cruces, y diría que el olvido se hace más fácil.
.
En una teología de la cruz, lo importante es comprender que vamos caminando sin remisión hacia la muerte, aunque es mucho más importante el compromiso que adquiramos hacia la vida y sus valores. Por este motivo cada vez que la muerte pasa delante de nosotros, nos invita a examinarnos sobre el sentido que damos a nuestra vida. Es verdad que la muerte es trágica, como dicen los existencialistas, pero la muerte y resurrección de Cristo, nos abre a la esperanza de nuestra propia resurrección. Vivimos para morir, pero morimos para vivir una vida nueva.

La fe cristiana es escatología desde el principio hasta el fin, ya que el hombre siempre está abierto a la caridad, como tarea primaria pero sin perder de su vista la esperanza y el final de su camino. Vivimos el presente, pero el futuro está en función del hoy. No estamos instalados en el aquí, ya que nuestra vida es un peregrinaje desde que nacemos. Somos peregrinos y no podemos mirar sólo al suelo, sino a las estrellas Esta es la lección que debemos aprender, cuando acompañamos al cementerio a las personas que queremos y amamos. Nos cuesta trabajo despedirnos de ellas.
En esta sociedad de la prisa, en la que el hombre se rebela contra el morir, es muy difícil hacer comprender el sentido que tienen estas palabras: Cristo murió y resucitó por nosotros.

.Cuando contemplamos el calvario, en el que Cristo agoniza, acompañado de su Madre María y del discípulo Juan. Cuando vemos que Cristo muere fracasado como un criminal, que perdona a sus enemigos y que abre las puertas de la eternidad al buen ladrón, quedamos admirados de su grandeza..

El Calvario nos invita a que profundicemos en el sentido de la muerte y resurrección de Jesús

Es verdad que Jesús pasó por mundo haciendo el bien, pero el centro del mensaje de Cristo se centra en Jerusalem, donde Cristo murió, descendió a los infiernos y resucitó al tercer día para abrirnos a los hombres unos horizontes nuevos de salvación. Cristo nos ha traído la salvación, la reconciliación de los hombres con Dios (2 Cor. 5, 18-21). Gracias a la cruz podemos sentirnos amigos e hijos de Dios. Es la victoria de la vida sobre la muerte.
La sangre de Cristo, como agua fecunda, ha corrido desde el calvario como un río de gracia y de vida, fecundando todos los valles y colinas.
La cruz de Cristo ha dado un sentido a nuestra vida: El dolor, el esfuerzo, el servicio, el sufrimiento, la desesperanza, la angustia, la lágrimas se ven desde un óptica nueva.

La muerte de Jesús ilumina nuestra vida, nos trae la salvación y nos invita a convertirnos y cambiar nuestra vida
Dicen los evangelios que al morir Jesús se oyó un fuerte grito y hubo oscuridad sobre la tierra hasta la hora nona. El velo del templo se rasgó en dos, tembló la tierra, las rocas se rompieron, se abrieron los sepulcros y muchos cuerpos de santos difuntos resucitaron (Mt.27, 45; 50-52)-
Son sobrecogedoras estas palabras que nos indican la importancia que Dios quiso dar a la muerte de su Hijo. La creación entera se estremece en sus cimientos, la humanidad se siente sacudida y los habitantes de la ciudad quedan paralizados.

Con la muerte de Cristo en la cruz empieza a nacer un mundo nuevo. Cristo nos ha liberado de la esclavitud del pecado y ha abierto una nueva luz de esperanza y de amor. Nuestra vida, gracias a la muerte de Cristo, tiene un nuevo sentido.
La muerte y la cruz pertenecen a la condición humana. Ya San Pablo había dicho: La tribulación engendra paciencia, la paciencia virtud probada y la virtud esperanza. El dolor tiene un sentido: Unirnos al acto redentivo de Jesucristo, puniendo lo que falta a cruz de Cristo, como decía San Pablo

La cruz nos abre las puertas a un Dios cercano y humano, que por amor de los hombres es capaz de sufrir y compartir la fragilidad humana.

De la cruz de Cristo nace la iglesia y los sacramentos, que aplican los frutos de la redención.

La cruz desde un punto de vista sociológico es un fracaso, ya que Cristo es degradado a la categoría de un criminal.
En la cruz encontramos a un Cristo que perdona, que nos da como madre a María, en la figura de Juan a su madre,

El cristiano identificado con Cristo lo juzga todo a través de la sabiduría de la cruz. La cruz abre al hombre al sufrimiento y al amor. Si alguien quiere venir en pos de mi, que cargue con su cruz y me siga. El amor a la cruz, como algo específicamente cristiano, nos libera de nuestras pretensiones y nos hace entrar en el dinamismo del servicio, de la entrega, de la austeridad. Nos ayuda a huir de los demonios de la fascinación del poder y nos cimienta en la humildad y en la abnegación. La cruz nos ayuda a comprender el dolor de los demás, a acercarnos a los que lloran y secar sus lágrimas.

La cruz en esta sociedad del bienestar nos ayuda a huir de los grandes ídolos del presente: La riqueza, el despilfarro, el hedonismo, el egoísmo. La cruz relativiza el tener y nos ayuda a ser cada vez más nosotros mismos y a vivir sin dependencias y ligaduras.
La cruz nos hace comprender que en nuestro mundo sigue habiendo muchos nazarenos crucificados, que mueren de hambre o son perseguidos por las instancias de los poderes de este mundo.
En la eucaristía se celebra el valor de la cruz, ya que ella es el memorial de la muerte y resurrección de Cristo.
En la eucaristía que celebramos los domingos, estamos reproduciendo de una manera incruenta el misterio de la cruz. En la eucaristía el Cristo sufriente se hace presente y se sigue ofreciendo al Padre como sacrificio y victima. Cristo quiso que la eucaristía fuera el centro de toda la vida cristiana. Por esto la misa de los domingos es el momento en que celebramos la memoria de la pasión de Cristo, su muerte y resurrección.

[1] J. A. Estrada, La transformación de la religiosidad popular, Sígueme,1986, p. 58.
[2] Cristología, Sígueme, Salamanca, 1972, v- 2. 303 ss.

lunes, 23 de julio de 2007

LA ETICA EN SAN PABLO




LA ETICA EN SAN PABLO

Pablo no presenta una ética acabada y global.
No obstante se le ha dado el calificativo del primero moralista cristiano


I. PRINCIPIOS GENERALES

1. Valor y vigencia de la ley.
El tema de la ley se sitúa a la cabeza de todos los temas éticos de Pablo.
A Pablo le interesa fundamentalmente el tema de la salvación.
Para Pablo lo más importante es la primacía de la acción divina.

Todas las acciones humanas, incluso las éticas, quedan relativizadas.
La más importante para Pablo es el primado de la acción divina bajo la ley de Cristo.
El cumplimiento de la ley y de sus exigencias son fruto del testimonio y trasmisión de la salvación que se han operado en el hombre por el Espíritu que actúa y vive en él (Gal. 5, 18 ss.)
El acontecimiento de la cruz y de la resurrección y la aceptación del creyente de la gracia y la reconciliación operada en él es más radical que el cumplimiento de la ley. Lo contrario sería minusvalorar la muerte de Cristo.
Tiene recelo de la ley, ya que la ley puede llevar al hombre a la arrogancia y soberbia. II.- No obstante lo ético tiene en Pablo su importancia.

Frente a los libertinos sostiene la necesidad de un comportamiento ético.
Para los espirituales no hay exigencias éticas y todo está permitido (1ª Cor. 6, 12; 10, 23). El hombre liberado del yugo y de la maldición de la ley, no está sin ley, sino vinculado a la ley de Cristo. La ley fundamental de Cristo está en el amor a Dios y al prójimo y abarca la totalidad de la persona y de la convivencia humana.
Este amor está impregnado de la acción divina (Rom. 5, 5) y es fruto del Espíritu que actúa y vive en nosotros (Rom. 13, 8.10; Gal. 5, 14; 6, 10 y 1 Cor. 13, 1-8) III.- El respeto a los demás.

Pablo insiste con mucha frecuencia en este tema:
Renuncia a la envidia y a los celos (1ª Cor. 3, 3; Gal. 5, 20; Phil. 1, 15)
Condena los homicidios y las reyertas entre ellos (Rom. 1, 29; 2ª Cor. 12, 20).
Rechaza los pleitos (1ª Cor. 6, 1-8)
Exhorta a la unidad (Rom. 1ª Cor. 12)
Pide la ayuda mutua (Gal. 2)
El respeto mutuo ( Rom. 14; 1ª Cor. 8)
Exhorta a la humildad, a la sencillez y a la paciencia (Rom. 12, 12.16; 1ª Cor. 4, 19; 2ª Cor. 6, 6; Ph. 2m 3, 8).
IV. Fundamentación.

Pablo recurre con frecuencia al amor de Dios, al ejemplo de Cristo, al ejemplo que se debe dar a la comunidad, a la repercusión social del pecado.

1.- El indicativo e imperativo.

a.-La salvación por parte de Jesús constituye la base y el fundamento de la ética cristiana.
La ética tiene un carácter indicativo o exhortativo: Revestíos de Cristo el Señor (Rom. 13-14).
Con frecuencia aparece el imperativo moral como conse­cuencia del indicativo: Si vivimos en el Espíritu, andemos también en el espíritu.
En ocasiones se unen el indicativo con el imperativo.
Para Bultman el imperativo se basa en el hecho de la justificación y es una consecuencia del indicativo..: Si habéis sido justificados, es necesario que obréis.

2. Fundamentación escatológica.

Pablo funda su concepto moral en el acontecimiento salvífico escatológico de la muerte y resurrección de Jesús. Este aspecto es resaltado por Pablo en múltiples textos.
Cristo vive y reina en el hombre (Gal. 2, 20). El hombre está en Cristo y vive para Cristo: Si vivimos, vivimos para el Señor.
Cristo murió por nuestros pecados...Murió para que no vivamos para nosotros, sino para aquel que resucitó y murió por nosotros (2 Cor. 5, 14).
Cristo es el Señor, el liberador. Somos íntegramente del Señor.
Para Pablo la acción definitiva de Dios se halla por un lado en la escatología futura, pero el acontecimiento de Cristo se ha hecho presente en el momento actual.
Pablo tiene una escatología desdoblada: El Todavía no y el ya ahora: Pablo está convencido que el futuro está ya presente en el hoy, ya que la acción de Cristo (muerte y resurrección) esta inserta y se realiza en el presente en cada uno de nosotros.

3.-Cristo es la medida de nuestro comportamiento: Acogeos mutuamente como Cristo os acogió (Rom. 15, 7).


4.-Fundamentación sacramental.

El bautismo para Pablo es el acontecimiento más importan­te de la vida moral del cristiano: El bautismo es un morir y ser crucificado y sepultado con Cristo y resucitar con El, y revestirse de Cristo. Por el bautismo quedamos sellados y vinculados con Cristo.
Por el bautismo el cristiano es propiedad de Cristo, debe morir al pecado, cambiar a una nueva vida y ponerse al servicio de su Señor que es Cristo.(vosotros sois de Cristo).
Somos esclavos y libres...con una libertad muy radical, ya que se trasforma en servicio.

6. Fundamentación carismático-pneumatológica.

La vida entera de los cristianos es obra y creación del Espíritu, un culto espiritual (Rom. 12, 1) y el signo de un mundo nuevo que se abre de camino. El Espíritu marca la vida cristiana a la comunidad. Es la fuerza y el principio radical de la vida y de la conducta nueva.
El hombre es poseído y movido por el Espíritu (Rom. 8, 14; Gal. 5, 18).
Dejarse llevar por el Espíritu es la norma fundamental de Pablo.
El Espíritu derrama en nosotros sus carismas para el servicio a la comunidad, que son distintos de unos a otros.
Nos da sus dones: La caridad, el gozo, la afabilidad, la paz, la paciencia (Gal. 5)

7.-Fundamentación escatológica.

Cristo es el fundamento y la meta de la esperanza cristiana, que tanta importancia tiene en los textos de Pablo.


V.- Lo específico de la ética paulina.

Pablo anuncia en su ética muchos principios de la Stoa. No obstante la fundamentación y la motivación son siempre cristocentricas y pneumáticas.
Cristo se haya en el centro y es eje de la ética: Somos del Señor. Por Cristo nos ha llegado la salvación.
Todo es relativo: Poseer como si no se poseyere (1ª Cor. 7, 29-31).
Para Pablo no tiene razón de ser la fuga mundi, refugiándose en un futuro, sino prestar un servicio aquí y ahora. Para Pablo el amor es activo. El Mundo no es malo, ya que ha sido redimido.

VI.- El estilo y la estructura de la nueva vida.

La renovación y liberación del hombre por Cristo es un acontecimiento tan trascendente, una trasformación tan esencial, que el cristiano tiene que estar en una actitud de disposición total y ser totalmente obediente a la llamada de Dios.
A la plenitud de la gracia dada por Cristo corresponde la dedicación plena para la gloria de Cristo: Ya comáis, ya bebáis o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios (1 Cor. 10, 31).

Esta dedicación es total, plena y básica. Abarca todo su ser y todo lo que tiene.

Esta globalidad la concreta S. Pablo en sus listas de pecados, tomados de la filosofía popular estoica.


VII.- Referencia a la situación.

Pablo no rechaza la ley que viene de fuera. Admite la diversidad de situaciones éticas y los preceptos concretos.
Cuando la vida del espíritu funciona, entonces ya no queda lugar para ningún tipo de mandamiento. El que camina en el Espíritu hace espontáneamente lo que el mandamiento de Dios le impondría, dado que el Espíritu le indica el camino. Ama y haz lo que quieras decía San Agustín. Pablo no cae en un relativismo, ya que Cristo y el Espíritu son su guía.


VIII.-Criterios materiales de la ética paulina.

1.-La relación con las pautas de comportamiento no cristianas.

a.- No hay contenidos materiales nuevos, sino sólo motivaciones y horizontes indescriptibles por su referencia al Señor.

b.-Importancia de la fe. Por la fe el hombre descubre unos nuevos horizontes de entrega y generosidad, guiado por la acción del Espíritu.

c. Por la fe el hombre se identifica con Jesucristo y con su palabra. Cristo es su modelo y su palabra resuena en cada momento en su corazón.

La dirección de la vida nueva está orientada cristológi­camente, ya que la obra de Jesús y sus mandatos son pauta para el comportamiento cristiano.
Imitación de Cristo.
Cristo fue delante de nosotros: Acogeos mutuamente como Cristo os acogió a vosotros.

La entrega voluntaria de Cristo en la cruz no sólo trasmite un impulso formal de actitudes, sino que genera una dimensión básica en la vida cristiana.

D.-El amor como mandamiento supremo.

El amor no es sólo el centro y el núcleo de la moral, sino el criterio determinante de la ética paulina.

El amor es el camino de los caminos, el camino por antonomasia y lleva más lejos que todos los demás (1 Cor. 12, 31).
Todos los preceptos singulares encuentran en él su unidad, su sentido y su referencia.
El amor es crítico, impulsor y directivo. No es conformista.

La caridad no se agota en la dimensión ética, ya que no es una vaga benevolencia, ni un conformismo práctico.
Cuando el amor no se trasforma en obras, se hace dudoso.
El amor no es emoción, sentimiento, o un estado de ánimo.
Amar es servir, entregarse y construye la iglesia como comunidad.
Es necesario superar el mal con el bien y corregir con bondad al que ha errado.
La caridad supera a los preceptos particulares, pero no los margina.
Esto se concreta:
Lucha contra la envidia y los celos ( 1 Cor. 3, 3ss.).
Contra los pleitos y las maledicencias ( 1 Cor. 6, 1-8 y Rom. 1, 29).
Contra la desuniones y divisiones ( 1 Cor.).
Renunciar a la venganza (Rom. 8, 17)

miércoles, 18 de julio de 2007

CONCEPTO BÍBLICO DE IGLESIA

CONCEPTO BÍBLICO DE IGLESIA


1.-La iglesia como comunidad y comunión.

Dentro de la complejidad del tema, ya que en los diversos escritos del nuevo testamento, se nos presentan diversos esquemas o modelos de comunidad, voy a intentar presentar los rasgos comunes de aquella primitiva comunidad cristiana, no exponiendo los e elementos diferenciadores.

Sólo pretendo presentar un esquema, o rasgos fundamenta­les de estas comunidades para que pueda sernos útil como pauta de reflexión.

La nueva Ekklesía es el pueblo de Dios, el cuerpo de Cristo, la comunidad de los creyentes.

Todos profesan una fe en Jesús de Nazareth, se sienten comunidad...

Por el bautismo se produce su integración en en grupo de los creyentes, ya que los bautizados se ha revestido de Cristo y han roto las fronteras y divisiones entre los judíos y los gentiles, griegos y bárbaros, esclavos y libres, hombres y mujeres...Ahora todos son hermanos (Gal. 3, 28; 1!0 Cor. 122, 13; Col. 3, 11).

La comunidad nace de la vinculación con el Señor,pues uno sólo es el vuestro maestro y vosotros sois hermanos (Mat. 23, 8).

Jesús es para ellos el Señor y los cristianos son hermanos, que se aman, se quieren, se ayudan, se corrigen, viven juntos la misma exigencia de la fe.

Tienen conciencia de pertenecer a la familia de Dios, con unos vínculos, superiores a la sangre.

Juntos comparten sus gozos, sus alegrías, sus penas y sus dificultades.

Los de fuera, si de algo se extrañan, es del mutuo amor y del carácter expansivo y misionero de aquellas personas o grupos, que van a cambiar las estructuras del imperio romano.

Juntos oran, juntos se comunican, dialogan y comparten la fe.

Para Pablo estos creyentes son sus hermanos (65 veces) y está dispuesto a darles no sólo el Evangelio de Dios, sino su propia alma, por lo mucho que ha llegado a quererles (10 Tes. 2, 8).

Esta comunidad no es una reunión de amigos o un círculo cultural.

La razón diferenciadora es ésta:
El Dios único que todos invocan; el único Señor Jesucris­to, a quien todos pertenecen; el Espíritu único que a todos llena y a todos fusiona en el único cuerpo de Cristo ( 10 Cor. 1, 10-13; 3, 4-45; 12, 4-6; Rom.15, 55; Phil. 2, 1) Ef. 4, 1-6), el único bautismo en el que todos se hacen uno en Cristo Jesús (Gal. 3, 27-55; 10 Cor. 10, 17); el único pan de la eucaristía, en que todos toman parte (10 Cor. 10, 17).
Esta Iglesia de Jesús es una comunión.

2.-Exigencias de esta comunión.

Las exigencias de esta comunión (koinonia) son estas:

1.-Vivir en comunión con el Padre, con el Hijo y el Espíritu Santo (20 Cor. 13, 13).
La Iglesia es el cuerpo de Cristo y nosotros somos sus miembros (Ef.4,1-6).
El evangelista San Juan presenta esta unidad bajo el simbolismo de la vid: Yo soy la vid, vosotros los sarmientos, sin mí no podéis hacer nada (15, 5; Rom. 11, 17).

2.-Participar en la misma eucaristía (10 Cor. 10, 16).
La Iglesia hace la eucaristía y la eucaristía realiza la comunión, la fraternidad y la unidad en la Iglesia...

3.-Comunión con los hermanos.
La comunión entre los hermanos nace de la vinculación con el Señor, como un sólo es vuestro cuerpo y vosotros sois hermanos (Mt. 23, 8).

4.-LLegar si es necesario a una comunión de bienes: La comunidad presentada por Lucas llega a una comunión de bienes (AA. 2, 24; 4, 32-35).
La violación, por egoísmo e hipocresía, de este espíritu es tenida por falta grave contra la comunión y el Espíritu Santo, como aparece en el caso de Ananías y Safira. Esta radicalidad no existe en otras comunidades apostólicas.

5.-Vivir la misma esperanza y la misma caridad.
Los hermanos deben vivir el espíritu de las bienaventu­ranzas, no juzgar con demasiada precipitación al hermano (Mt. 7, 1-5), no abandonar al pecador (Mt. 18, 12-14), perdonar incluso al enemigo y corregirle, si es necesario (Mt.18, 21; 14,15).
El amor y el servicio son el alma de esta comunión.
Amar es compartir con el hermano los trabajos, las angustias y las esperanzas.
Vivir en comunión es caminar juntos, apoyados en el mismo Espíritu, que hace fructificar en la comunidad la caridad, la paz, la paciencia, la amabilidad, la bondad, la mansedumbre y la templanza (Gal. 2, 20).

La vivencia en el amor es como la coordinada que dirige y guía la vida de la comunidad, con esa multiplicidad de matices que nos presenta Pablo en sus cartas, especialmente en la 10 Cor. 13, 4-7).

La exhortación de Pablo a los Colosenses resume todas estas exigencias del amor: Revestíos, pues como elegidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de bondad, de humildad, mansedumbre, paciencia, soportándoos unos a otros y perdonándoos mutuamente, si alguno tiene queja contra otro. Como el Señor os perdonó, perdonaos también vosotros, y por encima de todo esto, el amor que es el vínculo de la consumación, y que la paz de Cristo haga de árbitro en vuestros corazones, pues a ella habéis sido llamados, formando un sólo cuerpo (Col.3, 12-15).

6.-Asistir a las reuniones de los hermanos, ya que la relación personal, crea y constituye la comunidad (Mt. 18, 20; AA 10, 24-25).

7.-Estar en comunión con otras iglesias. En el siglo II, cuando un cristiano hacía un viaje largo, el Obispo le daba unas cartas de comunión para los otros hermanos.


3.-Las reuniones de la comunidad.

Es prácticamente imposible presentar un esquema uniforme de estas reuniones. La primitiva comunidad cristiana, según fuera judía o del mundo griego o romano tuvo matices y formas distintas de realizar estas reuniones, pero también ciertos puntos afines.

Aunque los judíos se reunían a veces en el templo, poco a poco se fue imponiendo la reunión en alguna de las casas de los cristianos.

Parece ser que se reunían una vez en la semana, como nos indica Plinio al hablar de los creyentes de Bitinia.

Hacía el año 150 Justino confirma que esta reunión se celebraba los domingos.

)Qué hacían en estas reuniones?

Solían hacerse dentro del ámbito de una comida.
En ella habían cantos. San Pablo habla de salmos, himnos y cantos espirituales (Col. 3, 16 ss; Ef. 5, 18-20).
Otra parte dedicada a la corrección fraterna, a la instrucción, a la revelación de los carismas que cada uno había recibido del Espíritu Santo (10 Cor. 14, 2; Col. 3, 16; Ef. 5, 18-20; 10 Tes. 4, 18; 10 Tes. 5, 11-14; 10 Cor. 14, 31; Rom. 15, 14).
Estas reuniones a veces fueron conflictivas (10 Cor. 14, 26).


4.-La proclamación de la palabra.

La proclamación de la palabra solía hacerse antes de la celebración de la Eucaristía (AA. 5, 42; 20, 20).
Esta predicación hecha al principio por los apòstoles partía de la Sagrada Escritura y culminaba con los sucesos ocurridos en la vida de Jesús.
Este anuncio proclamado en las asambleas cristianas, tenía como eje y centro principal este mensaje:
Cristo ha muerto y resucitado por nosotros, y nos ofrece la remisión de los pecados (AA. 8, 5; 9, 20; 10 Cor. 1, 23; 15, 12).
Jesús es el Salvador, que nos traer la buena nueva (60 veces), la paz (AA. 10, 36) y la liberación interior.

Frente a la concepción mosaica de la ley, ahora cuenta la fuerza del corazón (Mt. 7, 18), el espíritu del sermón de la montaña, el seguimiento de Jesús y como ley y exigencia suprema el amor a Dios y al prójimo (Mt. 5, 4-8).

Otro concepto muy importante de la de estas comunidades era la oración.
En los hechos de los apóstoles, en multiplicidad de ocasiones, aparece la capacidad de oración y alabanza de estas comunidades (AA. 1, 14; 2, 1; 3, 1; 4, 23-24; 5, 11; 6, 4 etc ).

En estas oraciones parecía el esquema judío, con pequeñas fórmulas y aclamaciones, tal como aparece en San Pablo: Gracias sea dadas a Dios, que nos otorga la victoria por medio de Nuestro Señor Jesucristo (10 Cor. 15, 57) o el amén de la comunidad como repuesta a una petición.

Parece ser que era frecuente en la conclusión de las reuniones esta fórmula: Y todo lo que hagáis de palabra o de obra, hacedlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él (Col. 3, 17; Efes. 5, 20).

5.-Comunidad abierta la mundo y misionera.

Los cristianos no se retiraban al desierto como los esenios.
Llevaban una vida ordinaria.Trabajan con los demás, asisten al ágora, conviven con los paganos (10 Cor. 5, 9-13).
No se cierran como un grupo de perfectos, pues comprenden que pueden terminar en secta.
Son comunidades dinámicas y misioneras; al terminar el primer siglo hay comunidades y grupos implantados, en toda la cuenca del mediterráneo.
Son comunidades que expanden con su vida la alegría y el gozo de su fe y testimonian, con sus vidas, el anuncio de la salvación que profesan.

6.-El Espíritu santo.

La convicción de la Iglesia primitiva de la efusión del Espíritu Santo y de que operaba en ella, es uno de los rasgos esenciales del cristianismo primitivo.
El Espíritu desciende sobre la Iglesia y habita en los creyentes, continúa la obra redentora de Jesús (Rom. 8, 11) y la vivifíca (10 Cor. 15, 45).
La Iglesia es el templo del Espíritu Santo (Ef. 2, 20-22).
El Espíritu Santo conduce y guía a la comunidad, suscita los ministerios, derrama la paz y la unidad y da fortaleza a los cristianos en la persecución (AA. 9, 31; 20, 28; Ef. 4, 11-16).
El nacimiento de la Iglesia no se puede concebir sin la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles en el día de pentecostés.

7.-Los sacramentos.

La primitiva comunidad cristiana da una importancia muy grande a los sacramentos, especialmente al bautismo.
El bautismo perdona los pecados, incorpora a la Iglesia y habilita para recibir los bienes y los dones de la salvación (AA. 2, 39).
El don por excelencia es el Espíritu Santo. Dios otorga su Espíritu, a quien se hace bautizar en el nombre de Jesús (AA. 19,2-6).
La recepción del bautismo, administrado por inmersión, tiene un gran simbolismo.
La inmersión en el agua indicaba que el bautizado era sepultado con Cristo y la emersión, la resurrección con Cristo (Rom. 6, 4; Col.2, 12; Col. Ef. 2, 6).
El hecho de quitarse el vestido antes de entrar en el agua indicaba el despojo de lo terreno y del hombre viejo. El nuevo acto de vestirse simboliza nacer de nuevo, renovarse, revestirse de Cristo (Col. 3, 10; Tit. 3, 5).
En una palabra morir con Cristo y resucitar con El.

8.-La celebración de la eucaristía.

Es el culto central y común de todas las Iglesias cristianas (10 Cor. 11, 21).
Además de una comida ordinaria, existía la acción ritual, que imitaba la cena de Jesús en la noche en que iba a ser entregado ( 10 Cor. 11, 23). El rito tenían dos momentos: La fracción y distribución del pan al comienza, acompañada de la acción de gracias y de esta frase: Esto es mi cuerpo, que es para vosotros; haced esto en commemoración mía y el ofrecimiento de la copa con esta fórmula: Esta copa es la nueva alianza en mi sangre, haced esto, siempre que bebáis, en memoria mía (11, 24).
En la celebración eucarística experimenta la cercanía y presencia de Jesús en comunidad, pues realiza, renueva y refuerza los lazos del creyente con Cristo y con la comunidad.
La eucaristía hace a la comunidad, ya que el al comer todos el pan único, los muchos son un sólo cuerpo ( 10! Cor. 10, 16-17).

9.-Los ministerios.

Es muy difícil de determinar, por las escasez de datos que nos aportan las fuentes históricas, cual era la organización de las primitivas comunidades cristianas.
En el nuevo testamento, desde el principio, aparecen varones, con unas funciones específicas.
En el lugar preeminente aparecen los apóstoles (AA. 1, 26).
El pleno de la asamblea nos narran los Hechos de los apóstoles, elige a siete varones, los cuales, previa imposición de las manos, se dedican al servicio de las mesas (AA. 6, 2), a la predicación (AA. 78, 10) y a otras misiones específicas (AA. 8, 4-134; 8, 26, 40). Junto a estos, en el Concilio de Jerusalén, aparecen los presbíteros.

Cristo les ha dotado de unos poderes para la edificación de su cuerpo que es la Iglesia (Mt. 16, 18 ss.; Mt. 18, 18; J N. 21, 15-17; 22, 31).

todos tienen la idea clara de que están subordinados a la acción del Señor, que les dirige por medio del Espíritu.

Los creyentes tienen un papel muy activo en la comunidad­. El Espíritu Santo ha suscitado muchos ministerios y servicios y unos carismas ordinarios y extraordinarios.

En la comunidad hay profetas, maestros, pastores, doctores, dirigentes..Unos hablan lenguas diversas y las interpre­tan, instruyen, amonestan a los demás, llevan mensajes a otras Iglesias y gobiernan en el Señor (10 Tes. 5, 12; 10 Cor. 12, 27-30; 10 cor. 12, 8-10; Rom. 12, 6-8; Ef. 4, 11).
)Cual es el ámbito dentro del que se mueve el ejercicio de estas ministerios y carismas ?
Al margen de los interrogantes, que debe resolver la crítica histórica, hasta donde sea posible, hay un hecho cierto y es que la ley vigente en aquella comunidad es el servicio, la caridad y la unidad en la pluralidad (Mt. 10, 42-45; 120 Cor. 13, 1-3).



EL CONCEPTO DE IGLESIA COMO COMUNIÓN EN EL CONCILIO VATICANO II.

No se puede entender el concepto jurídico de participa­ción en las estructuras diocesanas eclesiales, si no profundizamos y entendemos correctamente el sentido de Iglesia como COMUNIÓN. Se trata de un concepto bíblico que ha sido revalorizado en el Concilio Vaticano II y en el Sínodo de Obispos de l985.

El término COMUNIÓN indica las dos dimensiones fundamen­tales de la iglesia: vertical y horizontal.
Nuestra relación con Dios Padre‑Hijo‑Espirítu Santo y nuestra relación con los hermanos.
La Iglesia no se define por la jerarquía.Para el Vaticano II la Iglesia está constituida por todos los bautiza­dos: Papa, Obispos ,sacerdotes y laicos. Todos son parte activa de la Iglesia, aunque con distintos carismas y funciones.
El Concilio ha hecho esta afirmación: En el ejercicio de la cura de almas,los párrocos y sus auxiliares de tal manera han de cumplir su labor de enseñar, santificar y gobernar, que los fieles y comunidades parroquiales se sientan realmente miembros de la diócesis y de la Iglesia universal.Colaboren, por tanto, con los otros párrocos, así como con los sacerdotes que ejercen una cargo pastoral en el territorio (como son los arciprestes y decanos) o se consagran a otras obras de carácter supraparroquial, a fin de que la cura pastoral de las almas no carezca de unidad en la diócesis y se torne más eficaz (CD.30).



El Concilio Vaticano II ha descrito la Iglesia como misterio, cuer­po de Cristo, sociedad, pueblo de Dios, sacramento universal de salvación etc.
La idea que ha obtenido una aceptación más generalizada en la etapa postconcilar ha sido la de la iglesia entendida en clave de comunión ( LG. Nota previa 2;AG.l9 s.37 s)
La palabra griega koinonía significa en griego la común participación de muchos en el mismo bien.
La palabra comunión encierra diversos aspectos:.La communio fidelium, la communio inter ecclesias, la communio ecclesiastica y la communio hierarchica.
Aspectos todos ellos que no desarrollo, porque está fuera del alcance de este trabajo.
El Concilio distingue dos dimensiones en el concepto de comunión: horizontal y vertical.


A.‑Sentido vertical.

Indica la comunión de vida del hombre con Dios Padre, me­diante Cristo y su Espíritu (LG 4 b)
El bautismo es la puerta de esta comunión y se realiza por medio de la Palabra de Dios y los sacramentos. (LG ll)
La eucaristía es fuente y fuerza creadora de comunión entre miembros de la Iglesia precisamente porque une a cada uno de ellos con el mismo Cristo:"Participando realmente del Cuerpo del Señor en la fracción del pan eucarístico,somos elevados a la comunión con El y entre nosotros:Porque el pan es uno,somos uno en un solo cuerpo,pues todos participamos de ese único pan " (10 Cor.l0,l7;Carta de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe a los Obispos de la Iglesia Católica sobre algunos aspectos de la Iglesia considerada como comunión, n. 5, en Ecclesia n. 2.587 (Julio l992) p. 35 (1043).
Dios se comunica al hombre, le eleva y le asume en la intimidad divina. Le comunica sus dones, su gracia y de una manera especial se da en la eucaristía, que es signo de unidad y vínculo de amor 5 (San Agustín,PL 35,1613).
En la fracción del pan eucarís­ti­co participamos realmente en el cuerpo del Señor y somos elevados a la comunión con él y entre nosotros (LG. 7 b)
Cristo es consi­guientemente el centro de la Iglesia y el sacramento perenne de la reconciliación de la humanidad con el Padre (20 Cor. 5,l 9 ).
Cristo sostiene a esta comunidad, la convoca, ­la unifica,­ la guía, la renueva y la conduce en la verdad. En la Iglesia todo es de Cristo: Sus estructuras, su mensaje, los sacramen­tos, la gracia santificante.
Dios nos llama a vivir esta comunión con él( 10 Cor. 1, 9; 10 Jn.1, 3 ), a seguirle,a convertirse y a vivir las exigencias del amor y del servicio.
El Espíritu Santo está también en el corazón de la Iglesia, la vivifica, la santifica y la conduce, derramando sobre los fieles sus dones y carismas.
En Pentecostés toda la primitiva comunidad cristiana se siente llena del Espíritu (10 Cor. 3, 16-17).
El Papa Pablo VI expresa admirablemente esta idea: El Espíritu Santo es el alma de la iglesia.Es El quien explica a los fieles el significado profundo de la doctrina de Jesús y de su misterio.Es El quien hoy,como en los orígenes de la Iglesia,obra en cada evangelizador,que se debe guiar por El,el que sugiere las palabras que por si solo sería incapaz de encontrar,disponiendo al mismo tiempo el ánimo de quien escucha para que se abra a recibir la buena nueva y el reino anunciado.
Se puede decir que el Espíritu Santo es el agente principal de la evangelización (E.A."Evangelii nuntiandi,AAS 68 ( l976) p64‑65)

Por tanto, como dice el Sínodo de los Obispos, la eclesio­logía de comunión no puede reducirse a puras cuestiones organizati­vas o a problemas que conciernen simplemente a los poderes. Sin embargo, la eclesiología de comunión es también fundamento para el orden en la iglesia y, sobre todo, para una justa relación entre la unidad y la pluralidad en la Iglesia (Sínodo de Obispos l985,Rela­tio II.C l ,EV.IX,N.18009,

B.‑Dimensión horizontal.

El que entra en comunión con Dios por medio de la Iglesia, está también en comunión con sus hermanos. Dios es la fuente de la comunión, la iglesia es el medio o instrumento, ya que el Espíritu Santo, que actúa en y por medio de la Iglesia, realiza la comunión de los hombres entre sí y con Dios (LG 4 b).
Esta horizontalidad nos lleva a descubrir que no estamos solos, sino que estamos con otros, que tenemos una historia común, que vivimos en el mismo mundo, abiertos siempre a dar y a recibir. A no estar encerrados como seres solitarios, aunque vivamos en sole­dad, sino en actitud de diálogo, de compresión, de servicio.
No nos salvamos solos, pues nuestra incorporación a la comunidad viene dada misteriosamente por nuestra incorporación a Cristo.
Es en la comunidad donde madura nuestra fe, y donde nacen las exigencias expansivas de la fe..
Un teólogo expresa esta idea de esta forma:
Persona y comunidad constituyen dos realidades insepara­bles. Fuera de la comunidad, la persona no alcanza su pleno desarro­llo y sin Cristo ningún hombre llega a Dios, o a la comunión de los hermanos en Dios. A su vez, sin personas, la comunidad se convierte en un rebaño. El evangelio emplea, sí, la expresión de rebaño, pero en un sentido totalmente diverso, ya que en las parábolas de Jesús cada oveja tiene su nombre y sigue libremente la voz del pastor que ella conoce. Por esto la Iglesia es comunidad visible y espiritual­, es institución y carisma, es monárquica y colegial, es de todos los tiempos y está en el tiempo, es santa, pe­ro tiene que purificarse.
No es todavía el reino pleno y definitivo, pero ya constituye en la tierra el germen y el principio de este rei­no" (Philips, La Chiesa e il suo mistero II, p. 304).


Esta comunión debe existir entre los presbíteros y los obispos y entre los fieles y sus pastores, ya que en virtud de la ordenación sacerdotal y de la misión común el Obispo y los presbíteros deben estar unidos en íntima fraternidad ( CD 28;PO 7; l5).
Los laicos bautizados, en virtud del sacerdocio común ,deben participar activamente en la Iglesia como pueblo de Dios. Dice el Concilio, expresando las relaciones entre los presbíteros y los laicos: Oigan de buen grado a los laicos,conside­rando frater­nalmente sus deseos y reconociendo su experiencia y competen­cia en los diversos campos de la actividad humana, a fin de que,juntamente con ellos,puedan conocer los signos de los tiem­pos....Reconozcan con gozo y fomenten con diligencia los multifor­mes carismas de los laicos,tanto los humildes como los altos....En­comienden igualmente a los laicos organismos en servicio de la Iglesia,dejándoles libertad y campo de acción y hasta invitándolos oportunamente a que emprendan obras por su cuenta (PO n.9;SC l4 ; LG l2; 35; AA 2 s.).

El Sínodo del 85 afirmó : Porque la iglesia es comu­nión,debe existir la participación y la corresponsabilidad en todos los grados"(Exeunte Coetu secundo, n. 6 ;EV IX,n.l806).

El mismo Sínodo hace a continuación una llamada a la colaboración, a la participación, al diálogo y a la disponibilidad de los laicos y de los pastores.


CONSECUENCIAS QUE SE DERIVAN DE ELLO.


1.-Todo el ordenamiento jurídico de la Iglesia y sus estructuras tienen como base el concepto de comunión en el doble sentido anteriormente expuesto. Incluso para muchos canonistas es el principio formal del ordenamiento canónico (Radal C.,Il concetto di diritto della Chiesa (Milano C,<) p.ll9) . Con frecuencia, al olvidar la verticalidad, se puede caer en el peligro, de acentuar el sentido humano de la Iglesia, y sus estructuras en orden a la eficacia, como si se tratara de una sociedad humana. La frecuente contestación de muchas estructuras jurídicas se hace por no haber entendido el sentido de comunión y participación en la iglesia. 2.-Se olvida que esta comunión se realiza en la eucaristía y que, la caridad, como don del Espíritu, es y debe ser el principio que determine las relaciones entre los miembros que integran la iglesia. 3.-En la iglesia debe existir la unidad, pero no todos tienen que pensar lo mismo. Olvidando, como dice el Sínodo, que ..el único y mismo Espíritu obra con muchos y variados dones espirituales y carismas ( l0 Cor. l2, 4ss.) y que la única eucaristía se celebra en varios lugares.....En esto tenemos el verdadero principio teológico de la variedad y de la pluriformi­dad en la unidad; esta pluriformidad se debe distinguir de un mero pluralismo. Cuando la pluriformidad encierra la plenitud de la verdadera riqueza, esta es verdadera catolicidad; el pluralismo, co­mo yuxtaposición de posturas fundamentalmente opuestas, conduce a la disolución, destrucción y pérdida de la identidad (Sínodo de Obispos l985,"Exeunte coetu secundo "C 2 ;EV IX l801) Por este motivo el diálogo, el saber escuchar sin posturas definidas, el respeto a los demás y el deseo de buscar siempre, con la participación de los demás, la verdad y el bien común para la iglesia, nos ayudará sin duda como pastores de la iglesia para que los laicos participen activa y responsablemente en nuestras parroquias, como dice el Código de derecho canónico: Los laicos, "cada uno según su propia condición,son llamados a desempeñar la misión que Dios encomendó cumplir a la Iglesia en el mundo " (can.204, & 1). Este derecho a la participación es igual en todos en virtud del bautismo y distinta ya que, todos, según su carisma y condición que es igual en todos en virtud del bautismo y distinta según la condición y oficio, que cada uno tiene en orden a la edificación del Cuerpo de Cristo (can 208).