viernes, 31 de agosto de 2007

NUEVAS ORIENTACIONES DE LA MORAL A PARTIR DEL CONCILIO VATICANO II


I. PRINCIPALES LÍNEAS DE LA MORAL Y SU ORIENTACIÓN ANTES Y A PARTIR DEL CONCILIO.


I. En la primera parte de este siglo se intenta presentar una moral más atrayente, menos individual y más kerigmática, al amparo del movimiento bíblico.
Los principales manuales de esta época son:
Tendencias actuales en Teología moral (1939), de G.Thils.
En la introducción a esta obra el autor afirma que la moral debería ser más cristiana en todas sus perspectivas, y, por lo tanto, universal en su extensión a todo lo humano, óntica en su fundamento último, sacramental en su base concreta, teologal en el alma que la vivífica. Debería mostrarse personal y personalizante y, por consiguiente, positiva en el esfuerzo que inspira, interior en la dirección que insinúa. Debería aparecer más orgánica en su concepción de conjunto, más fundamental en sus impulsos, más técnica en algunos problemas que hoy suscita necesariamente, más flexible y más moderna en su presentación.

G. Gillemann, El Primacía de la caridad en la teología moral (Ed. Desclee de Brouwer, Bilbao. 1957.
En esta obra intenta organizar la moral en torno a esta virtud como meta de la perfección cristiana. La caridad es el elemento formal de todas las virtudes o como sostenía la tradición de Santo Tomas es anima virtutum. La obra abre nuevas perspectivas a la vida cristiana, muy en sintonía con el pensamiento de Benedicto XVI.

B. Háring, La ley de Cristo (I-II) (Herder, Barcelona, 1981)..
Presenta una moral centrada en los sacramentos y en el seguimiento de Cristo. El hombre debe vivir un encuentro personal con Cristo, en una actitud de diálogo con Dios y los hermanos y de respuesta a Dios que llama al hombre en su plena libertad.

Después del Concilio, siguiendo estas orientaciones se publican varios libros de moral fundamental en Alemania.
En 1977 F. Böekle en su obra Moral Fundamental (Cristiandad -1980) propone estas nuevas orientaciones para su moral fundamental:
Relación entre teología y antropología.
Concepción personalista y existencialista.
Valor de la razón autónoma y conciencia.
Más atención al dato bíblico de acuerdo con una exégesis más científica.
No recarga el mensaje en los mandatos sino en el radicalismo evangélico.
En su libro Hacia una conciencia cristiana (Verbo divino, 1981) estudia la relación entre ley objetiva y la libertad de conciencia. La persona está por encima de la norma como fuente de moralidad, aún en la conciencia errónea.

Para Josef Fuchs, profesor de la Gregoriana, en su obra Teología Morale Fudamentale (Roma-1980). En otros apuntes para los alumnos de la Universidad Gregoriana de Roma amplia su pensamiento con su libro Essere del Signore, un curso di teología fundamentale (Roma, 1981)
El criterio de la moral cristiana lo coloca en la frase de Pablo: Somos del Señor y para el Señor. La libertad y la conciencia están muy presentes en la moral cristiana. Se pregunta cual es la diferencia entre una ética cristiana y no cristiana.

Para Jean Marie Aubert, en su obra Compendio de la moral católica (Edicep, 1989) centra su obra en las exigencias morales de reino de Dios. Jesús es el modelo vivo de la moral cristiana. La moral de la bienaventuranzas y la teología de la cruz ocupan un papel muy importante en su teología.

La editorial Herder ha publicado una Teologia Moral General, exigencias y respuestas, de Helmut Weber que presenta una concepción moral centrada en la persona y en la biblia. Es un resumen muy bien conseguido.

II. ASPECTOS QUE HAN INFLUIDO EN LA RENOVACIÓN DE LA TEOLOGÍA MORAL.

1. EL PERSONALISMO.
Con el término moral personalista se expresan conceptos bastantes diferentes y ambiguos. La idea central consiste en la aceptación de los elementos subjetivos y personales, sin olvidar por supuesto los elementos objetivos. Frente a una moral de actos, prefieren hablar de una moral de actitudes. La opción fundamental está muy presente en esta concepción.
Esta diferencia ha sido admirablemente explicada por F. Herráez en su obra La Opción fundamental, donde dice: (Salamanca 1978, 46‑49):
Se da una atención mayor a los actos que a la persona que los realiza, se especifica el acto moral por el objeto, se analizan las acciones aisladas más que las actitudes profundas que las motivan, se da un distanciamiento de las fuentes de la revelación y una separación de la dogmática, y la deducción de principios abstractos, acentuación de la ley y de las normas objetivas sobre la conciencia personal, se considera el fin de la persona que actúa como un circunstancia accidental de la moralidad, se pondera insuficientemente la situación en que se encuentra el sujeto humano, se hace una referencia más marcada a los actos malos que a los buenos y, finalmente, se da una vinculación excesiva a la practica penitencial por influjo de la mentalidad tridentina.

Esta corriente renovadora se funda en el movimiento filosófico personalista de múltiples raíces y orientaciones.
También inciden otros aspectos que podemos resumir de esta forma:
1. M. Buber insistirá en el carácter dialogante del hombre, en la relación mutua de unos hombres con otros (el yo‑tú), y en la intersubjetividad.
La persona tiene un valor absoluto y no puede ser tratada como un objeto o una cosa.
El personalismo lucha contra todo radicalismo abstracto: El hombre es un ser concreto y singular que vive una existencia dramática, comprometida, irreductible a fórmulas. Frente al esencialismo de Hegel, hay que oponer la realidad cruda y viviente del hombre ( Kierkegaard).

E. Mounier, fundador de la revista francesa Esprit, en su obra El personalismo siente la misma preocupación: El amor no puede dejar de ser personal, cada sujeto se realiza a si mismo en el acto de buscar la promoción del otro; la persona no es un objeto, sino aquello que en cada hombre no puede ser tratado como un objeto; la persona es centro de reorientación del universo objetivo.

Para el existencialismo el hombre no es un abstracto, ni un ser racional separado de la existencia ( Zubiri‑Inteligencia sentiente), sino una persona viviente, singular, concreta, con su nombre. Hay una unificación del hombre en su ser corporal y espiritual en la persona.
Todo el movimiento personalista ha influido en los moralistas anteriores y posteriores al Concilio. Este influjo ha sido admirablemente estudiado por BOECKLE :"Junto a la bíblia y la liturgia tenemos, como tercer factor eficaz de renovación, el movimiento personalista. El personalismo se asemeja a una ola de fondo de la corriente del pensamiento contemporáneo, y ha informado en gran medida en la espiritualidad católica alemana a partir de la primera guerra mundial....Los primeros impulsos partieron de Kierkegaar, que, como respuesta al endiosamiento del hombre por Hegel, hizo ver que el hombre solo como contraposición a Dios puede llegar verdaderamente a ser un si‑mismo. Al facilitarle el sentido para lo que él no es, Kierkegaar condujo al hombre a si mismo. Sus ideas perduran como ideas del individuo en Ferdinand y en Theodor Haecker. En el terreno de la razón práctica fue sobre todo Max Scheller el que dio los grandes impulsos al pensamiento personalista. Frente a la moral pura e impersonal del deber de Kant, Scheller subraya la objetividad de los valores morales, que sólo pueden ser realizados por la persona como portadora de ellos.......
Si se piensa también que el ethos del nuevo testamento, particularmente la ética de san Pablo y de San Juan, posee ya rasgos fuertemente personalistas, se comprende por qué actualmente no hay ningún factor que influya tan intensamente en la forma y en el contenido de la teología moral como el movimiento personalista

El libro de Farol Wojtila, Max Scheler y la Etica cristiana esta en esta línea (BAC, Madrid 1982)

2. El desarrollo de las ciencias sociales y las investigaciones psicológicas.

3. Influjos bíblico‑teológicos.

La renovación de los estudios bíblicos y teológicos han influido de una manera decisiva en la renovación de la moral. El contacto vivo con la palabra de Dios y el misterio cristiano, a través de la renovación litúrgica, y el estudio renovado de las antropologías teológicas han ayudado a que la moral adquiera una orientación más bíblica, teológica, cristocéntrica, y mucho más totalizante. Poco a poco ha ido despojándose de clichés excesivamente individualistas, casuistas y legalistas.
La obra clásica, la Teología moral del muevo testamento, publicada por Ceslas Spicq, en dos tomos, (Eunsa, Pamplona 1970) ha influido mucho en moralistas de segunda línea. Pretende presentar una teología bíblica de una manera compresiva más que un análisis de textos bíblicos. Se hace complicada su lectura en ocasiones.
Ha sido también muy leída la obra del protestante Wolfgang Schrage, La ética del nuevo testamento (Sígueme, 1987).
Herder (1989) publicó el Mensaje Moral del Nuevo Testamento de Rudolf Schnackenburg. Para este autor el diferenciador y determinante de la moral cristiana está relacionado con la persona de Jesús. En Jesucristo alcanza la revelación de Dios su expresión suprema y su más alta exigencia.

4. Diversas tendencias.
Dentro de esta renovación bíblica, como principio aglutinador de la estructuración de la moral, los autores parten de orientaciones distintas, dentro de unas mismas líneas comunes. El eje central de la moral lo colocan los siguientes autores en estas líneas fundamentales:

Para J. B. Hirscher (1965), el REINO DE CRISTO.

Para M. Jochan, el ENFOQUE SACRAMENTAL.

Con posterioridad esta misma línea la defiende O. Schilling : La norma ética la trasmite el acontecimiento salvífico, de suerte que la organización del discurso ético teológico tendrá que estructurarse en torno a un principio específicamente cristiano, es decir, los sacramentos.

Para Santo Tomás es EL FIN ÚLTIMO.

Para F.Tilmann (1934), LA IMITACIÓN DE CRISTO Y SU SEGUIMIENTO.
Dice éste: En la persona del Hijo de Dios encarnado se encuentra el modelo y la imitación, la norma y el valor, el deber y el ser, la idea y la vida, en una tal ilación interna y acomodada a la conciencia, como la necesita una moral de tipo personalista.

Para E. Mersch S. J. , en su obra Moral y Cuerpo Mistico sostiene que EL CUERPO MÍSTICO debe ser el eje de la moral cristiana. La encíclica Mystici Corporis apareció seis años después.

Para G. Gilleman (1952), LA CARIDAD.

Para Häring, EL SEGUIMIENTO DE CRISTO. El cristiano debe seguir a Cristo, respondiendo a su llamada para formar con El una comunidad de vida. Las normas morales reciben su fuerza de esta realidad. La persona de Jesús es la norma de la nueva alianza.
Cristo no suprime la norma, pero la norma queda referida a una persona concreta y singular que pasó por el mundo viviendo lo que enseñaba.
Las actitudes de Jesús, recogidas en el evangelio, me invitan a que yo, en mis circunstancias concretas, obre como El obraría.

5. La dimensión personalista en su dimensión diálogo y respuesta.
Dios ha hablado y sigue hablando al hombre; el hombre debe responder a esta llamada. El sí de la respuesta humana a Dios es la fe. Esta llamada es una exigencia, una petición y exige una respuesta de entrega y donación por parte del hombre, en su libertad. No se puede separar la oración cristiana de la moral, que tiene un gran importancia para el comportamiento ético.
No puedo olvidar tampoco mi relación con el prójimo.
Algunos autores ha querido hacer más sencilla y vital esta respuesta y nos hablan de una ética narrativa: Se fija más en los núcleos fundamentales de la vida de Jesús ( Encarnación, muerte y resurrección), como faros y guías de la actuación cristiana. Esforzarse para descubrir, en una lectura reposada de la palabra de Dios, cuáles eran los gestos, actitudes y comportamientos de Jesús en el trato con los que salían a su paso (La samaritana, Zaqueo, Pedro etc.). Estas acciones de Jesús son y deben ser el modelo de mi comportamiento.
La ética narrativa nos invita a leer el evangelio y hacer de él luz que nos ilumina con las adaptaciones oportunas a nuestro presente.
Este sistema de lectura se usó muchos en la revisión de vida de los movimientos de
Acción Católica especializados.

6. Dimensión natural del hombre.
Todos los hombres y en todos los tiempos han descubierto que hay unos principios estables e immutables que deben guiar los comportamientos humanos. No podemos olvidar que en la formación de estas normas de comportamiento, además de la racionalidad, han influido diversos factores antropológicos, sociales, culturales y económicos. Todos los moralistas insisten en la relación entre fe y razón.

En muchas instituciones de occidente aún pervive el pensamiento griego y romano, que guió, a través de sus instituciones geniales, el camino y el andar de tantas generaciones.
Los valores de Occidente proceden de ese trípode. Y aún hoy el hombre guiado por su razón sigue concretando en normas qué es lo que debe hacer y omitir.

Estas normas, aunque pertenezca al ámbito de la razón, en una lectura cristiana se radicalizan. E amor al prójimo para el cristiano en virtud de las palabras de San Mateo (Tuve hambre etc) se ven desde una perspectiva distinta, ya que el pobre es el mismo Cristo, un hijo de Dios y un hermano nuestro.

III. EL CONCILIO VATICANO II Y LA MORAL.
Previamente al Concilio había una corriente muy fuerte de crítica a los libros de moral existentes. Se les acusaba de su excesiva casuística y legalismo y de que les faltaba el dinamismo de la caridad cristiana, el estudio de las virtudes, su fundamentación bíblica, su excesivo egocentrismo, y su disociación de la teología dogmática. Incluso afirmaban que hemos perdido de vista a Cristo, que es el centro de vida moral del cristiano.
G. Thils en el año 1940 escribe una obra Las tendencias actuales de la teología moral, en la que afirma que Cristo es el centro de la Teología Moral, ya que es nuestro modelo e ideal.
Ph. Delhaye, en un artículo La teología Moral ayer y hoy (1953), pide una moral fundada en la caridad, en la escritura y en la tradición.
Pero el libro que más impacto produjo fue el del canónigo Jacques Lecrercq, La Enseñanza de la moral cristiana (Desclee de Boouwer, Bilbao, 1952. Suscitó en aquel momento muchas críticas, incluso por parte del Osservatore Romano. A pesar de las exageraciones críticas que pudo tener esta obra, abrió nuevos caminos para la renovación de la moral en la línea indicada anteriormente.
En la primera etapa de Concilio estaba previsto que hubiera una parte dedicada especialmente a la moral. Se titulaba de Ordine morali. Había sido preparado por los moralistas de corte tradicional HUERTH, S.J., GILLON, Y LIO O.F.M.

En el esquema se denuncia el subjetivismo moral reinante e insisten en el carácter objetivante de la moral, que se nos manifiesta por la ley natural y revelada.
Los padres conciliares rechazan el texto. No es sustituido por otro, tal vez, porque se dan cuenta de que no se ha llegado aún a un acuerdo en el tema, dada la multiplicidad de corrientes.
Como vestigio sólo queda este breve texto denso y orientador: Se tenga especial cuidado en perfeccionar la teología moral, nutrida más abundantemente con la doctrina de la sagrada escritura, deberá mostrar la excelencia de la vocación de los fieles en Cristo y su obligación de producir frutos de caridad para la vida del mundo ( Optatam totius n. 14, 4).
Se comentó que estuvo inspirado por el P. Häring.
No obstante, no podemos decir que el Concilio no haya abordado el tema moral, ya que hay muchos textos dispersos, que tratan varios aspectos de la moral.

Veamos como muestra algunos de ellos:
Fundamentación bíblica de la moral: Dei Verbum ,2, 4, 6, 78, 24 etc.
Encuentro con Cristo y respuesta humana: S.C. 2, 5, 7..
Conciencia personal y libertad: Dig. Humanae.
Moral y comunidad: L.G. 2, 3, 5, 9, 39, 42.....
Sentido cristocéntrico: Toda la Gaudium et Spes.


IV. RESUMEN DE ESTAS TENDENCIAS.

Resumiendo estas orientaciones, hay una coincidencia casi total en los nuevos textos en estos puntos, ya que todos los moralistas se fijan en uno de los aspectos, que consideran esenciales. Pienso que todos ellos están enlazados, prescindiendo de lo que ónticamente pueda ser lo primero. Hay una coincidencia, incluso antes del Concilio, de volver los ojos a la Sagrada Escritura, con un análisis más crítico de los textos.

La moral debe ser:

1. Cristo-céntrica:

Ni Jesús ni sus discípulos elaboraron un sistema moral. Jesús es el camino, la verdad y la vida. Es el único maestro (Jo. 13. 13; Jo. 1, 7; Hebr. 1, 1‑2) Al aceptar a Jesús, aceptamos lo que El nos dijo: Quien dice pertenecer a Cristo, debe andar como El anduvo ( 1ª Jo. 2, 6).
Jesús es el Señor, el único guía (Mt. 23, 1O).
La exégesis bíblica nos ayuda a penetrar el pensamiento de Jesús, estudiando y calibrando cuáles eran sus deseos, sus actitudes y sus gestos.

2. Religiosa:
El creyente intenta cumplir la voluntad del Padre que está en los cielos (Mt. 6, 20). Ello no quiere decir que no pueda tener otras perspectivas humanas. Dios debe estar en el centro de su corazón hasta el extremo que dice Jesús: Quien hace la voluntad de Dios, es mi hermano, mi hermana y mi madre (Mc 3, 35).
Tiene que tener una actitud permanente de discernimiento (Rom. 12, 2).

3. Una moral de conversión e identificación.
Cristo está en Pablo y Pablo está en Cristo (2 Cor. 5, 17; 1 Cor.1, 13 ; Rom. 8, 10).
La novedad de la ética cristiana no está en una simple conformación con la norma, sino en dejar que el Señor despliegue su plena soberanía en nuestras almas (Col. 3, 4; 2 Cor. 4, 10).
Por influjo de la Ilustración la moral cristiana giró en torno a la autoperfección o a la salvación individual, quedándose en los medios como si fueran fines.

4. Una moral del seguimiento.
Es una moral de llamada y respuesta, libre y responsable.

5. Una moral comunitaria:
El otro no es para mí solo un hombre, sino un templo de Dios (1 Cor, 3, 5), un sacerdote y un rey ((1ª Petr. 2, 5; Fil. 4, 18; Sant. 1, 27), un conciudadano de los santos y un familiar de Dios (Ef. 2, 19‑22) y por último, un hijo de Dios.
Si la liturgia no es un puro formalismo, la ética debe ser la liturgia del auténtico cristiano.

6. Una ética de la gracia.
La moral no es sólo una obediencia a los preceptos, sino el despliegue de una nueva vida. El cristiano se trasforma en una nueva criatura (2ª Cor. 5, 17; Ef. 2, 10, un hombre nuevo creado según Dios (Ef. 4, 24) y un ser renovado de día en día (2ª Cor. 4, 16: Col. 3, 10).
Por el bautismo el hombre entra en relación vital con las tres divinas personas (Mt. 18, 19: 2ª Cor. 13, 13).
Dios no sólo asiste al hombre por la ley ordinaria de la Providencia, dándole una asistencia privilegiada, sino que le concede una gracia educadora, al estar en nosotros y nosotros en El (Tit. 2. 11; 1ª Cor. 14, 25; Tes. 2, 13).

7. Una moral filial y de imitación.
Los creyentes, al poseer por la gracia la misma naturaleza divina, reciben una participación de su misma vida (2ª Petr. 1, 04).
Ello nos exige que seamos realmente hijos de nuestro Padre que está en los cielos (Mt. 5, 45) y seamos imitadores suyos: Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto (Mt. 5, 48; Ef. 5, 1).

8. Una moral fundada en la caridad.
Dios es amor.
El amor es la categoría fundamental cristiana. La esencia del cristianismo es la caridad.

9. Una moral de la cruz y de la alegría.
No hay cristianismo sin cruz. La cruz es el signo de nuestra redención.
El cristiano tiene que poner lo que falta a la cruz de Cristo.
Aunque parezca una paradoja por lo dicho anteriormente, la alegría es una nota del reino de Dios, el don inadmisible de los discípulos de Jesús (Rom. 14, 17; Gal. 5, 32; Fil. 1, 23; Rom. 12, 8).